Carta desde Roma a su hermano José María

Roma, marzo 1961

Tú sabes, Pepito, que cuando la República, el 11 de mayo de 1931, una madrugada, abrí la puerta de Cobertizo del Conde, y, era Papá el que llamaba; venía mojado, roto y oliendo a humo el sombrero, "ese que tu conservas", metido de una forma indiferente y con, una tristeza tremenda en su cara simpática. Yo, tenía trece años, lo apollé como pude y, tocandome la cabeza con aquella mano calida de creación, subimos los cuatro escalones rotos y se lo entregué a mamá; lloraron juntos; él le enseñaba algo que a mí, me escondía; pude ver, con la curiosidad de niño, un trozo de madera astillado y tronchado; lo besaba como si fuera una reliquia, lavó la ceniza de la policromía con sus lágrimas, "El Cristo!"... ¿Qué Cristo?, decía mema toda despeinada, con aquel pelo encrespado como una noche trágica. El nuestro, "El de Mena"; mamá lo abrazó y lloraron juntos. Yo no dormí. Por la mañana, tarde, muy tarde, bajó triste al estudio. Tocaba el barro, suspiraba, pero tenía tanta melancolía, que no podía hacer nada. Vinieron amigos, Rafael Pérez Bryan, Ayala, Papa le decía a este: Antoñico es increíble, no lo creo es tremendo, no puede ser. Tú recordarás, Pepito, que Ayala me quería mucho, yo me lo llevé a un rincón del taller y me contó que, estando con Papá en la Plaza del Obispo, viendo cómo saqueaban el Palacio una turba de desarrapados mandados por uno que llevaba un impermeable grande, con la propaganda de Higado de Bacalao, éste dijo: !A Santo Domingo!. Este grito se le clavó a Papá en el Alma, prendió de una brazo a Ayala y dijo "¡que van a a Santo Domingo, vamos!", y se fueron detrás de ellos; cuando llegaron al puente, Antonio quiso entrar y cogiéndolo de la chaqueta le decía a Papá; D. Francisco, usted tiene siete hijos y esto es una barbaridad; no, deje ¿qué va usted a hacer?, pero dando un tirón se fue. Antonio me dijo que la puerta grande de la Iglesia se lo tragó como si fuera una gran boca; ya había humo y las maderas se sentían crujir. Luego, más tarde, pasado algún tiempo lo supe porque Papá era todo modestia y contar aquel acto heroico para él era mucho.

Un día se lo contaba con lágrima a Pepe Gonzalez Marín; yo lo estaba oyendo, estaba preparándole para que policromara una cabeza, y le decía: "Pepe de mi alma, todavía no lo creo"... "Cuéntame". Yo entré detrás de aquellos como absorbido por su ira y me quité el sombrero; estaba en la Iglesia; no sabía qué hacer y - me lo encasqueté con rabia; vi que uno entré en nuestra Capilla, abrió la verja y empezó a flagelar a nuestro Cristo. Yo di un, zarpazo, le cogí una pierna y lo insulté: él levantó el palo con furia para darme con él en la cabeza, yo lo miré como rompiéndole la cara, y él, descargó su furia sobre la pierna del Cristo, rompiéndola, le hizo saltar el clavo y por la punta debajo de la rodilla saltó la astilla divina... Papá le decía a González Marín: Pepe, todavía tengo en los oídos el crujir del cedro; fue como si la escultura andaluza se quejara toda... "Hubo un suspiro, una gran pausa. y la humedad de la sala baja se caldeó. Gonzalez Marin abrazó a Papá y le dijo: "Paco Palma, eres un poeta; tu gesta en aquella nave de Santo Domingo es digna de un caballero andaluz como tú. ¡Bravo!"...

Continúa... ¡No, Pepe, otro día!"... En otro momento continuó su relato Julio Trenas, que era como yo, pero mas listo que todos nosotros; supo, no se por quién que Papá continuó su relato y me lo contaba: "Tu Padre, Paco, cuando aquel que le rompió la pierna al Cristo se fue asustado por la mirada de tu padre, empezó a retirar los bancos, vitrinas y reliquias que había en la capilla. La dejó limpia de leña para que el fuego no se comunicará, salió a la nave central cerrando la verja; dice que saltó por encima de un gran rollo que había ardiendo; pensó que fuera el manto de la Esperamos, dice que sus llamas eran verdes y el humo olía a romero.

Buscaba como loco, a alguno que le ayudara a descolgar el Cristo; vio como ardía la Virgen de Belén, rota como un cascarón, y guardo un trozo de aquella maravillosa talla; el humo era lo bastante denso e irrespirable, salió a la calle, y se encontró a los bomberos; se dirigió a Ramírez y llorando como un niño, le pidió dos hombres; Ramírez fue con él y entraron nuevamente en la lglesia; se amarró un pañuelo como los bomberos entre llamas y astillas rotas, entraron de nuevo a la Capilla, Papá, ayudado de Ramirez, descolgaron el Cristo. Papa le rompió los brazos con el coraje que le caracterizaba los unió al cuerpo (Con el manto de la Virgen, "parecería un Nicodemus") Él en este momento quería salvar a su Cristo, que amaba, y la talla maravillosa, deciéndole el homenaje más maravilloso que un escultor hizo en todos los, porque amaba a Pedro de Mena y era su Maestro ideal, porque Mena era medio Granadino y me dio Malagueño como Papa, porque Papé era Antequerano, que es decir medio Malagueño.

Bueno, dejaron el Cristo envuelto en el manto de la Soledad, y, entre humos, crujir y rumor de hecatombe, quedó en su tumba a esperar su nueva Resurrección; unos soldados que es estaban en la puerta les prometieron no abandonar la Iglesia. Mas tarde una nueva orden, y entraron y quemaron el Cristo. Aquí hay un lapso de tiempo, que se prestó a dudar que alguien entrara y y lo robara. Pero desgraciadamente se quemó... Le dolió a Papá esta pérdida mas que las de su ¡Piedad!, que en aquellas horas de la República masónica hizo desaparecer como tanta obra que Málaga no perdornará nunca a sus republicanos.

Lo que pasó después, tu ya puedes hablar, porque Julio Trenas esta en Madrid, y él como los amigos de Papa, que nos ayudaron y quisieron que nuestra familia siguiera, ellos fueron los que, a pesar de ser yo un niño, modelara su nuevo Cristo, el de de la Buena Muerte, y yo, con toda toda esta historia mamada y con la gran devoción a nuestro Padre en todo sentido, como hombre, padre y maestro, él fue en Málaga el último clásico quiso salvar su historia y dio su vida como los buenos.

Yo modelé mi Cristo como homenaje a esta tradición, ablandé el barro que el dejó cogido en el Ejido. Le di forma pensando siempre en él, y el Milagro se cumplió; porque fue Papá; mientras yo dormía sueños ingenuos, él, de madrugada, daba forma al barro, verde como su Esperanza.

Cuando yo continua, veía sus manos como saetas que ya cantaran sus gitanos. Cuando lo tallaba en aquel pino maravilloso sus astillas rompían el cuadrado bloque, porque crear es dar libertad a la belleza... y de esta forma, una noche de primavera, de esas que a Málaga acaricia nuestro Cristo, el Cristo de Palma, ya no era el de Mena, porque Mena, como premio al heroísmo que Papá entregó una madrugada para salvar su obras le dijo: Tú mereces que mi Cristo sea tuyo; tu hijo lo tallará, para que Málaga nos recuerde como dos hermanos que amaron su Cristo.

Pepito, este es el momento para que Málaga sepa que el Cristo de la Buena Muerte de Mena es ya de Palma, ganado en buena lid.

Un abrazo.
PACO.

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