El que este libre de pecado que tire la primera piedra

publicado en la Revista Vbeda

Hace poco tiempo apareció en la prensa un hecho que ha conmovido el mundo artístico; la acción vergonzosa, aunque tal vez inconsciente, de lanzar una piedra a la Gioconda de Leonardo.

Dejando atrás interpretaciones exactas o inexactas sobre el hecho en sí mismo, surge en cualquier espíritu capaz de vibrar ante toda la emoción artística un toque de alerta y reflexión sobre el significado de tal postura antiestética; en concreto, sobre el símbolo de tal acción. Y en verdad, que el residuo, el resumen de todas las ideas que han convergido en mi mente, se cifra para mi en esto: la pedrada contra la obra leonardina es el reflejo de la postura actual con respecto al arte puro.

Porque ante la sonrisa eterna de la Gioconda (música entreabierta de carne femenina, deshojando los pétalos sagrados del amor y del espíritu) que el pincel tembloroso y profundo de Leonardo cuajó en su lienzo de inmortalidad, se levanta hoy la risa sarcástica de un mundo inconsciente que se pasea ante los museos clásicos lo mismo que ante una avenida de rascacielos y de ese Mundo (y esto es más triste) de artista de nuestro siglo, que lejos de plasmar la eternidad de las emociones y de la belleza, nos traza jeroglíficos más o menos amontonados con la espátula o el pincel. Y esto si que es otra pedrada más dura y mas hiriente que la del loco del Louvre.

Es la pedrada del espíritu; es la pedrada que se sale disparada de ese fondo vacío, sin llenar, de la inspiración superficial de tantos «artistas»; esta pedrada de crear cosas nuevas (nuevas, sí; pero artísticas no). Y aquí está el defecto; aquí radica el pecado. El pecado hipócrita de rechazar y desligarse de la verdad y de la belleza pura, para llenar el mundo con sus firmas atrevidas. Las firmas de los clásicos están muy acentuadas. Ahora, las de ahora. Y a las de ahora, vacías de valor y contenido, tienen que despreciar aquellas, tienen que apedrearlas, con un mohín irónico de tiempos requetepasados.

También los fariseos acusaron ante el Señor a la Magdalena. También los viejos del Antiguo testamento acusaron a la casta Susana de fornicación. Mas unos y otros por envidia, porque unos no pudieron echar abajo la virginidad de una, ni los otros disfrutar del pecado de la otra. Y el Señor, sabio por naturaleza, lee en sus corazones la hipocresía y entonces les aplica la lección: «Si alguno está libre de pecado, que tire la primera piedra».

La hipocresía, sutil en sus entrañas, calcula las posibilidades y la firmeza de lo verdadero. Por eso, aquellos acusadores sabían perfectamente lo falso de su postura, y ante el Señor tuvieron que retirarse.

Del mismo modo, las pedradas actuales contra el arte perenne, son conscientes y sutiles y falta que los espíritus de verdad, cuajados de arte puro, sean capaces de echar en cara al mundo tal monstruosidad.

«Desde estas Lomas de Úbeda relicario de arte puro, lanzo humildemente la protesta que nace sincera de mi espíritu conmovido ante el símbolo del loco del Louvre.

About This Blog

Lorem Ipsum

  © Blogger templates Romantico by Ourblogtemplates.com 2008

Back to TOP