Carta a la Hermandad de Zamarrilla

"Tu tienes que modelarnos a nuestro Cristo", me dijisteis. ¿De donde os nació esa fe en un muchacho de diecinueve años?. Aún estaban calientes las herramientas, calientes de las pulsos enérgicos de aquel hombre que fué mi padre. El barro trasudaba todavía la humedad marinera de nuestras brisas malagueñas. Y en el estudio silencioso, abandonado por él tan sólo unas fechas atrás, se percibían aún su últimas bocanadas de tabaco. i Y era yo un chiquillo de diecinueve años, quien debía sustituirle y romper aquel silencio casi patético de su estillo con los primeros gubiazos!. Su blusón de trabajo me estaba aún grande y aunque era apenas una ligera caricia, yo na podía con tanto peso sobre mis espaldas.

Vosotros me empujásteis a la aventura, a la primera gran aventura de mi vida artística. Comencé a amontonar barro, a hundir mis pequeñas manos en la masa rebelde -aquella masa destinada a forjar una imagen del Dios Crucificado-. Aquel barro cansado ya de ser amasado y modelado se fuá convirtiendo en un Cristo, en un Cristo, hermano de la Piedad y hermano de tantas obras de mi padre y maestro.

El barro siempre estaba jugaso.. .porque mi padre cuidaba de él. Y entorno al naciente Cristo de los Milagros nos apiñábamos los siete hermanos, como los "churumbeles" tristes, con las ojos febriles y una leve sonrisa de esperanza. Asi fue como nació nuestro Cristo, entre la Cruz verde y la Plaza de la Merced, en la calle Cobertizo del Conde, en el patio acristalado de una casa pequeña. Un patio convertido en estudio, lleno siempre de vida y de gracia. Y como en la gloriosa noche de Belén -una de nuestras noches malagueñas- una estrella verde posó sus labios en el barro frio de mi Cristo y susurró ¡Milagro!. Cuando a la mañana siguiente mi madre fui a retirar el saco que recubria el rostro del Cristo, se hirió con un alambre de la armadura, y... unas gotas de sangre tiñieron el barro y cayeron por el costado, del Crucificada. Fué ella quien, simbólicamente, dió la primera pincelada de la policromía. ¡Que grato -y que doloroso también- recordar todo esta a traves de la distancia!.

Os agradezco a todos vuestra devoción, jóvenes y viejos cofrades que acariciáis a mi Cristo de los Milagros. Porque ese Cristo es símbolo y sintesis de mi vida artística.

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